
Madrid.
DIARIO EXPANSIÓN. Emelia Viaña.- Tras las muerte del fundador, durante la Guerra Civil, María Rojas decidió continuar con la confitería que junto a su esposo había creado. Desde entonces, los vecinos la renombraron como la confitería de la viuda.
En 1939, Manuel López se convertía en una víctima de la Guerra Civil. A su muerte, dejaba mujer, dos hijos y un negocio floreciente. Esta tragedia marca los inicios de una marca de confitería que ha endulzado la vida de los españoles desde 1927 y que hoy dirige su nieto, también Manuel López. “Me llamo igual que mi abuelo y no hay nada que me haga estar más orgulloso”, reconoce el consejero delegado de Delaviuda Confectionery Group.
Su abuelo aprendió el negocio de confitero cuando era muy joven y su espíritu emprendedor le llevó a montar su propia empresa. Junto a su mujer, María Rojas, abrió una pequeña confitería en Sonseca (Toledo). Éste y otros pueblos de la zona eran conocidos en toda España por sus mazapanes y aún hoy la región castellana da los más típicos y artesanos del país. Los productos de Manuel y María pronto se convirtieron en unos de los más apreciados, tener horno propio era un lujo en aquella época y los López lo tenían. El sabor de los productos cuando se hacían en obrador era distinto y la gente se lo sabía reconocer. Ellos mismos elaboraban a mano cada día los mazapanes y su esfuerzo empezaba a tener recompensa.
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